No es pretencioso decir que la piel es uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo, pesa entre 3 y 5 kilos y extendida puede llegar a ocupar 18 mts cuadrados. Por ello, es necesario cuidarla.
La piel del rostro y cuello es la más delicada y factores como la edad y el ambiente la maltratan. Para cuidarla como se requiere debemos saber exactamente qué tipo de piel tenemos.
Hablando específicamente del rostro podemos clasificarla de la siguiente forma:
1. EUDÉRMICA. Quisiéramos tenerla toda la vida, es la que comúnmente llamamos ¨piel de bebé¨ lubricada, lisa y suave.
2. GRASA. Hay dos tipos, la hidratada y la deshidratada.
La grasa-hidratada presenta poros abiertos, es untuosa, brillante y resistente. Muy común entre adolescentes y jóvenes.
La grasa-deshidratada en cambio, no brilla y se observa seca e incluso descamada.
3. ALÍPICA. Muy común en las personas de orígen nórdico, ojos claros y cabellos rubios o pelirojos. Son pieles finas, tersas y muy irritables e inestables. Muy sensibles al sol. Con el tiempo llegan a padecer rosácea.
4. DESHIDRATADA. Estas pieles sudan muy poco, en cambio tienen una secresión sebácea normal ya sea, por herencia, edad o factores ambientales.
5. HIDRATADA. La piel suda demasiado, regularmente consecuencia de una enfermedad, problemas hormonales, tratamientos largos con cortisona, embarazo o menstruación.
6. MIXTA. Es cuando una persona posee dos o más tipos de piel.
Por ejemplo áreas grasas brillantes que forman comúnmente una T en frente, nariz y barbilla y áreas normales ó deshidratadas en el resto del rostro.
Es indispensable conocer el tipo o tipos de piel que posees, ya que de ello dependerá el tipo de tratamiento, crema o mascarilla que debas usar.
Y tú, qué tipo de piel tienes?
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